Bóxer de raza, no necesariamente de can

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    Juan
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    Cuando escuchamos bóxer lo primero que se nos viene a la mente es el nombre de un can, integrante de una raza que solo ladra al encontrarse en estado de excitación, para nada agresivo, procedente de Alemania que apareció por vez primera en 1895.

    En esta oportunidad, al mencionar bóxer me refiero específicamente a una “raza” de motores totalmente diferentes a aquellos convencionales que conocemos cuya similitud con el can radica solamente en la procedencia y diferencia de aparición de apenas un año.

    El primer propulsor bóxer de disposición horizontal que surgió en el mercado automotriz fue aquel que desarrolló Karl Benz, en Alemania en 1896.

    La característica fundamental del motor bóxer tiene que ver con la ubicación de los pistones y los cilindros opuestos mirándose frente a frente por la disposición horizontal que tienen estos.

    En los motores bóxer casi siempre en toda la gama de revoluciones los vehículos tienen un trabajo más suave a diferencia de los convencionales que cada vez que se los acelera el rango de rpm lleva a estresar al vehículo para conseguir un nivel de potencia más alto.

    Al haberse configurado con cilindros dentro y fuera, el movimiento de los pistones se lleva a cabo simultáneamente antes que alternativamente. Gracias a este desplazamiento es donde bóxer adquiere su nombre.

    El motor bóxer, logra además de una mejora en el centro de gravedad, un mejor control e incremento en la estabilidad y rendimiento más alto en combustible consecuencia de haberse reducido el peso total del vehículo.

    El centro de gravedad es considerado, como la zona crucial o la más crítica en cualquier vehículo porque no solo relaciona al peso con la aceleración, frenado, la actividad realizada en curvas, sino que define la altura de este.

    Al establecerse que tan bajo debe encontrarse este punto gravitacional, se reduce el cabeceo y el movimiento en general del vehículo con un inmediato efecto que incrementa la seguridad para sus ocupantes.

    Mientras más bajo se encuentre el centro de gravedad el nivel de adherencia en el terreno será mucho más alto y la estabilidad se evidenciará siempre y cuando se circule a velocidad constante y en recta, pues cada vez que giremos, este centro se modificará consecuencia de un balanceo que lleva a agachar por un lado al vehículo y a elevarlo por el otro lado.

    Por su parte, al acelerar ocurre un desplazamiento del centro de gravedad hacia la parte posterior, lo mismo que cuando frenamos el vehículo, ocasionamos que la parte delantera se hunda, mientras que la posterior se levante.

    Con una mejor distribución de peso o uno inferior, la respuesta vehicular llevará a un correcto punto de equilibrio para controlar adecuadamente el vehículo, aquí es donde la suspensión se torna como prioritaria cada vez que se maniobra a altas velocidades.

    Pese a que un motor bóxer no es menos ruidoso que uno convencional, las menores vibraciones conseguidas por el equilibrio dinámico del vehículo lo favorecen aumentando su vida útil y logrando eficiencia más alta.

    En fin, todo un conjunto de elementos que ponen en evidencia la superioridad de bóxer, parte de una “raza” de motores totalmente diferenciados de los que estamos acostumbrados a ver.

    Hasta la próxima semana amigos foristas

    Juan Távara Balladares

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